A smiling Black man with his hand on his chin.

Un Ex Prisionero Encuentra Soledad y Alegría Trabajando en el Jardín Comunitario

A smiling Black man with his hand on his chin.

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Por  Edgardo Cervano-Soto

Brandon Clark, 25, ama estar al aire libre y conocer gente, lo que hace ideal su trabajo de encargado del Jardín Bosque Comestible en el Richmond Greenway.

“Este es el lugar perfecto para tener [un jardín comunitario] debido a todo el tráfico que entra y sale de este lugar”, dice Clark. “Cuando pones [junto] la jardinería, el aire libre, y la comunicación con otras personas – bueno, eso es una ventaja para mí”.

Clark puede apreciar estas cosas más que la mayoría, ya que no fue hace mucho tiempo que estuvo separado de la naturaleza y de su comunidad, por completo.

Clark pasó sus años de infancia viviendo con su padre y sus dos hermanos – sus padres se habían divorciado. Su abuela también vivía cerca. La casa de su familia estaba cerca de la esquina de la calle 12 y Ohio, pero también estaba en la intersección de rivalidades vecinales profundas y a veces violentas.

Clark no era inmune al drama, y para cuando entró a la escuela media, él ya andaba  con la banda equivocada. “Yo solía intimidar a la gente, tomar sus cosas, meterme en peleas y faltar a la escuela. Estaba fuera de control”, recuerda.

Cuando Clark tenía 12 años, su padre decidió trasladar a la familia a Bellflower cerca de Los Ángeles. Un barrio residencial grande, Bellflower fue una oportunidad para que Clark volviera a empezar. “Mi padre me sacó de Richmond por una razón”, dice Clark. “Él vio el potencial en mí”.

La medida dio sus frutos. En Bellflower, Clark terminó la escuela media y empezó la secundaria, donde se unió a ROTC y jugó fútbol.

Sin embargo, él no permanecería en Los Ángeles. Clark finalmente decidió actuar por su cuenta, y regresó al Área de la Bahía. Se conectó con JobCorps, un programa de habilidades de trabajo en San Francisco, donde comenzó a dominar la jardinería y carpintería, cosas que solía hacer en casa, en los patios de sus familiares. Clark estaba progresando, pero todo llegó a un abrupto fin en 2009, cuando fue condenado a prisión a la edad de 20 por cometer un robo.

La prisión fue un viaje de dos años que sacudió a Clark hasta su centro. Después de pasar un año en la cárcel de San Ramón, fue trasladado a la prisión estatal de San Quentin por 6 meses. Clark lo describe como el peor lugar en el que ha estado. Las condiciones sanitarias, el aislamiento y las jerarquías de los presos incitó a Clark a adaptarse rápidamente.

“En San Quintín nos tenían encerrados en una celda 23 horas al día. Teníamos 30 minutos para comer. Si no terminabas, te llevabas tu comida a tu celda”, dice él.

Sus últimos seis meses los pasó en Pelican Bay, otra prisión estatal con mala fama. Pero Clark describe su experiencia personal ahí mucho mejor. Estaba agradecido de tener varios puestos de trabajo en la prisión, incluso en la oficina de administración, a pesar de que, dice él, no recibió ninguna compensación por el trabajo. Durante su tiempo allí, también fue capaz de obtener su GED, inscribirse en clases de manejo de ira e incluso tomar una clase de negocios.

A las 5:55 am el 23 de octubre de 2010, Clark fue puesto en libertad y se le dio 200 dólares para financiar su reingreso a la sociedad libre. Su madre, que entonces vivía en Antioch, lo recogió. Clark recuerda que se le antojaba una hamburguesa con queso, y que se mareo en el carro durante el largo viaje por la costa al Área de la Bahía.

En las semanas siguientes a su liberación, a Clark le resultaba difícil sacudir ciertas rutinas que había aprendido en la cárcel. Se despertaba a las 6:30 cada mañana, hacia ejercicio, desayunaba y regresaba a su cuarto. A las 10 de la mañana, “comenzaba” su día, como es el caso en la cárcel. En su cuarto, Clark siempre doblaba su ropa, guardaba sus pertenencias y mantenía la habitación en orden impecable.

“Mi hermano menor me dijo, ‘Hermano, estás fuera de allí. ¡Relájate!’ Pero en mi mente todavía estaba [en la cárcel]”, dice Clark.

Hubo una nueva rutina a la que Clark pronto se acostumbró en su nueva vida fuera de la prisión – llenar solicitudes de empleo. Clark fue puesto en libertad condicional en Antioch, y como todas las personas en libertad condicional, tenía requisitos que cumplir: le dieron tres meses para encontrar un trabajo, y no conseguirlo  constituiría una violación de su libertad condicional, lo que podría regresarlo a la cárcel. Aplicó a trabajos todos los días, haciendo un gesto cada vez que tenía que marcar la casilla de condena por delito grave en las aplicaciones. Se daba cuenta de que los empleadores potenciales revisaban su aplicación sólo para hacer una pausa en la casilla marcada. Sin interés por parte de los empleadores y enfrentando la perspectiva muy real de volver a la cárcel, la rutina se convirtió estresante.

La gran oportunidad de Clark se produjo cuando un primo le dijo de una oportunidad de trabajo en una organización local sin fines de lucro en Richmond, Urban Tilth, que estaba buscando llenar un puesto de aprendiz en uno de sus sitios de jardinería. Ya estando familiarizado con Richmond y haber aprendido habilidades de jardinería y carpintería de JobsCorp, Clark sabía que podía hacer el trabajo si se le daba una oportunidad. De inmediato se dirigió a Richmond y aplicó para el trabajo, y en cuestión de semanas fue entrevistado, contratado y comenzó su entrenamiento. Su primer proyecto era trabajar en las cajas para flores y plantar árboles en el Jardín Bosque Comestible.

Él apenas evitó la violación de libertad condicional, y oficialmente termino la libertad condicional el 23 de noviembre de 2012 “Eso es un capítulo de mi vida que ahora está cerrado”, dice Clark. “Nunca voy a volver atrás.”

Clark ahora tiene un camino diferente – él tiene planeado regresar a la escuela y obtener un título técnico con un enfoque en los negocios. Actualmente vive en Richmond con su abuela, para quien también hace trabajos de jardinería. Bajo su atenta mirada, el Jardín Bosque Comestible se ha convertido en un oasis, apreciado por visitantes desprevenidos, un espacio interactivo donde se puede escuchar y compartir historias.

Durante nuestra entrevista en el jardín, un joven del barrio se acerca a Clark, pidiéndole sugerencias sobre árboles y plantas para su jardín. La conversación sigue mientras ellos cruzan la calle, y termina con los dos dándose la mano para despedirse. Clark regresa al Jardín y camina hacia mí sonriendo, y dice: “Él estaba en el ejército. [Ahora] va a ser voluntario y ayudar en El Bosque Comestible. Eso es lo que más me gusta aquí. Puedes estar aquí y participar”. •

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