Adiós, Ferrari: Cae una Estrella en Richmond High

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Por Joanna Pulido

Era una noche fría en febrero en el campeonato de fútbol masculino North Coast Section Division II, y ahí estaba el maestro de animación e infografía de Richmond High School Mario Ferrari, animando al equipo local en voz alta, apretando los rieles de las gradas y caminando de un lado a otro con nervios y adrenalina.

Su entusiasmo era magnético. Mientras saltaba, sus ojos brillaban de emoción. “Yo estaba allí en el último juego NCS que ganaron en 1994”, dijo. “¡Todavía me acuerdo!”

La noticia de su muerte repentina mientras dormía el 9 de marzo ha dejado a muchos en la escuela contemplando sus propios recuerdos de él. Este era el hombre que me presentaron hace cinco años, cuando asistí a Richmond High. Lo conocí durante un período de lectura, pero fue cuando asistió a unas de mis competencias de atletismo y practicó conmigo un par de veces que nos hicimos amigos. Su gran energía, optimismo y creatividad eran cosas que me hacían feliz estar cerca de.

“Tenía un aura y energía que siempre impactaba a la gente”, dijo su hermana Elena Evans, alternativamente riendo y llorando mientras ella lo recordaba. “Creo que él consiguió eso de nuestra madre, porque estoy segura que yo no lo tengo”.

Mientras asistía su ceremonia conmemorativa el 15 de marzo, quedó claro cuánto Ferrari afecto a mí y a muchos otros. Él era un personaje extravagante – espontáneo, juvenil, noble, artístico y quizás a veces torpe. Esto le recordó a la gente a vivir la vida con gran entusiasmo, a toda fuerza, fuerte emoción, curiosidad y pasión.

De ascendencia italiana, pero criado en Inglaterra, se mudó a los Estados Unidos en 1972, cuando era adolescente, dijo Evans. Mientras aquí, asistió a Contra Costa College antes de transferirse a la Universidad de California en Berkeley, donde obtuvo su licenciatura y dos maestrías en arte y grabado. Comenzó a enseñar en Richmond en 1993 y nunca se fue.

“Pasó la mitad de su vida aquí”, dijo John Ohlmann, un maestro compañero del departamento de multimedia en Richmond. “Él evolucionó y creció con la escuela a través de los tiempos difíciles y los tiempos mejores. Realmente amaba a sus estudiantes y siempre abogó por ellos para tener el equipo más actual, y siempre quería que aprendieran las habilidades que les ayudarían en el empleo… no puedo ver cómo alguien puede reemplazarlo”.

Cuando la noticia de su muerte llegó por primera vez a la escuela, los estudiantes se reunieron para crear un monumento grande fuera de su salón de clase, haciendo dibujos, escribiendo cartas y trayendo flores y fotos. Algunos construyeron un enorme cartel que lo describió a él como majestuoso, amistoso, enérgico, notable e inteligente. Entre los homenajes: un dibujo del equipo de fútbol masculino con un trofeo y las palabras, “ganamos NCS para tí”.

Tanto los estudiantes como los profesores siguen lidiando con su conmoción y tristeza mientras su ausencia se hace más real.

“Él era parte de la cultura de Richmond High”, dijo el director de la escuela José DeLeón. “Es muy triste”.

Jamey Jenna, otra maestra en Richmond, lo describió como una persona que nunca tuvo nada malo que decir de nadie.

“Era una persona divertida que nunca dejó de disfrutar de su trabajo, él nunca se enojó y continuó su vida de arte toda su vida”, dijo.

Ohlmann elaboró sobre la creatividad de Ferrari, que no se detuvo con las artes visuales.

“Fue un pintor, un baterista, y un DJ para fiestas”, dijo Olhmann. “Él exhibía su arte y una vez fue parte de una banda punk. Teníamos largas conversaciones sobre música… siempre fue de gran interés y de nuevas ideas, de cómo hacer las cosas mejor”.

Mi recuerdo favorito de Ferrari viene de 2010, cuando la escuela llevó a cabo un evento de recaudación de fondos en el que a los maestros se les tiraban pasteles de crema en la cara por dinero. Mi mejora amiga y ex estudiante de Richmond Liliana Ontiveros pagó $ 25 para aventarle un pastel a él, pero Ferrari era el último maestro para darle con los pasteles y se miraba un poco nervioso. Ontiveros le estrelló el primero en su rostro, y después de tres más quedo irreconocible, con el rostro cubierto de crema batida. Pero, a través de eso, aún se podía ver una enorme sonrisa mientras tenía el pulgar hacia arriba.

“Eso es lo que más recuerdo de él”, dijo Ontiveros. “Que tenía un gran sentido del humor, y aunque a veces se molestaba él rápidamente sería feliz de nuevo”.

En mi anuario de high school, Ferrari me describió como una estrella en el universo escolar. Pero, mientras hablaba con los estudiantes y el personal en Richmond High, me di más cuenta de como el era la estrella del universo de la escuela, y alguien que muchos de nosotros siempre vamos a recordar, extrañar, apreciar y admirar.

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